De colegiado principiante a señor colegiado
- arnaucirac
- 21 may 2019
- 4 Min. de lectura
ARNAU CIRAC
El árbitro, ese ser incomprendido que tiene que soportar como todo el mundo piensa que puede ejercer su profesión mejor que él. Pocos son los que pueden soportar la atenta mirada de 22 jugadores que solo quieren engañarle. Esa incomprendida profesión donde te están evaluando partido a partido, jugada a jugada, para ver si das la talla. Ese es el método que se utiliza para conseguir que no haya incompetentes pitando en los campos de fútbol.. Hoy os contaré un partido de fútbol desde mi punto de vista, desde la visión del colegiado.
Mi nombre es Arnau Cirac Ayala, pero en este mundo se me conoce como Colegiado Cirac Ayala, número 8517 de la delegación del Maresme. Hoy os contaré como viví el partido de examen para subir a la categoría de 3ª catalana. Para hacerlo nos tenemos que remontar dos años atrás, cuando decidí inscribirme al curso de capacitación para entrar al Comité Técnico de árbitros del Maresme.
Desde los 4 años que juego al fútbol, en mi equipo había un chico que se estaba sacando un buen sueldo ejerciendo de árbitro y esto me animó a entrar. Logré pasar todas las pruebas y al inicio de la temporada empecé a arbitrar mis primeros partidos. Eran de futbol 7, niños muy pequeños. A lo largo de la temporada fui superando todas las pruebas y consiguiendo los correspondientes ascensos. En mi primera temporada llegué a la categoría de juveniles. Arbitraba a gente de mi misma edad, sin olvidar que yo seguía jugando a fútbol. Al término de la campaña me puse un objetivo muy claro para la siguiente, subir a 3ª catalana. Categoría con un cierto caché donde para evaluarte ya tienes que ir al “Centre d’Alt Rendiment de Sant Cugat”. Empecé la temporada con distintas dudas en mi cabeza. ¿Qué hare a final de temporada? ¿Dejaré de jugar al fútbol o de arbitrar? La respuesta fue clara y concisa: Si consigo ascender a 3ª dejo de jugar al fútbol. Tengo que aclarar que a la edad de 19 años te hacen escoger entre jugar o arbitrar. Con esa idea empecé a superar las distintas pruebas que nos ponían en nuestro comité para dejarnos presentarnos a las convocatorias del CAR. Tiempos más bajos en las pruebas físicas, notas más altas en los exámenes teóricos y mejor puntuación en los informes que nos irían haciendo en partidos de 4ª catalana. Superadas todas estas barreras, me presenté a las pruebas físicas y técnicas en el CAR de Sant Cugat, superando ambas. Ahora solo faltaba superar el partido de examen.
El partido empezó una semana antes. A mitad de semana santa recibí la designación. El partido seria “La Torreta” contra el “Santa Perpetua”. 6º contra 8º, un partido reñido. Miré como habían quedado en el partido de ida, 2 a 1 a favor del Santa Perpetua con hasta 9 amarillas. Los nervios empezaban a aflorar, y eso que todavía quedaba una semana. El jueves anterior fui al comité a hablar con los jefes para recibir un par de consejos para intentar bordarlo en el partido. Me facilitaron un dosier con todas las pautas a seguir.
Llegó el día, me levante a las nueve de la mañana con ganas de comerme el mundo, me duché y en mi cuerpo solo había ilusión, revisé por enésima vez la mochila y fui al campo.
Llegué una hora y media antes por miedo a perderme. Me auto motivaba a mí mismo en el coche, “eres bueno y lo lograrás” me repetía una y otra vez mirándome fijamente en el retrovisor central. Ese día ganaba yo, lo tenía clarísimo. Me quedé en el coche repasando el dosier que me habían facilitado y veía como los jugadores llegaban, algunos se les veía muy despreocupados, seguramente causa de la falta de motivación al no tener ya opciones de subir de categoría, decidí hacer de esta situación mi principal aliada. Salí del coche, hacía la temperatura perfecta para disputar un partido de futbol, me dirigí al delegado local y con voz firme pero amigable me presenté. Les pedí todo: fichas, balones para comprobarlos, que avisaran al delegado visitante y las camisetas tanto de jugadores como de porteros. Como ya he dicho ese día ganaba yo y no dejaría que nada lo estropease. Miré el móvil y me encontré una grata sorpresa. Numerosos mensajes de apoyo de los compañeros del comité. Me dispuse a entrar al terreno de juego y en ese momento me di cuenta que era un partido más, me estaban evaluando pero ¿y qué? Tras un buen calentamiento, donde intenté sin éxito, localizar al informador que me iba a evaluar, hice entrar a ambos conjuntos a pasar revisión. No quería empezar ni un solo minuto tarde.
Antes de empezar el partido, me miré fijamente al espejo y me dije a mi mismo: No has llegado hasta aquí para pifiarla ahora, así que sal al campo y demuestra porque estás aquí. Respire profundamente, revisé que no me dejara nada y me dispuse a empezar el partido. Esas palabras surgieron efecto y la primera parte fue rodada. Entré al vestuario y me encontré un mensaje en el móvil de un jefe que me estaba viendo. Me daba algún consejo y me animaba a seguir igual, lo estaba bordando. La segunda parte fue más movida, terminé expulsando a un jugador y hubo 3 goles. Dos para los locales y uno para el equipo visitante. Volví al vestuario al finalizar el encuentro, estaba muy contento conmigo mismo y a la vez nervioso. Tenía esa sensación tan agradable en la barriga de haber hecho todo lo posible para que saliera bien y que finalmente así hubiera salido. Acto seguido entró el informador. Me dio su nombre para constarlo en acta y le pregunté que le había parecido. Su respuesta fue ambigua pero esperanzadora. Me respondió con una sonrisa: ¿Y tú solo tienes 18 años? Acto seguido se fue del vestuario.
Volví a casa y lo único que quería era saber mi nota. Dos semanas después, esta llegó. Un ocho con cuatro, la máxima nota que se puede conseguir en un partido sin incidencias relevantes. Ahora solo queda esperar que se publiquen las listas de ascenso y ver si mi media es suficiente para subir de categoría.
Comentarios